lunes, 26 de diciembre de 2016

Noche de gala en Hollywood: todo lo que deseabas saber sobre nuestro viaje más emocionante (II)

Si hay algo por lo que Hollywood se caracteriza, es por su facilidad para sorprender al visitante con historias completamente inesperadas; escenas que te pillan por sorpresa, dinamitando la normalidad del día a día.

Así, en medio de Hollywood Boulevard, es posible toparse de pronto con la escultura de un coche estrellado contra el suelo, como si lo hubieran precipitado desde una azotea; o también con pequeños e inusitados detalles, como la huella en cemento de un famoso guitarrista que ha olvidado quitarse el slide antes de inmortalizar su mano. Tal vez, al cruzar una avenida, nos tropecemos con el mismísimo Béla Lugosi, huyendo de la policía junto con el resto del reparto y el equipo técnico, por no tener autorización para rodar en la calle (así reflejaba Tim Burton, en esa gran película que es «Ed Wood», su propia visión de un mundo cada vez más parecido a un tríptico del Bosco, pero con la añadidura de cámaras, focos, glamour y promesas de toda índole).

Aunque, en un ambiente semejante, llamar la atención pueda parecer algo imposible, en Neverend nos las arreglamos para atraer todas las miradas, tal como ya te contamos en la primera parte de esta aventura a orillas del Pacífico. Mar, Jorge y David habían partido a Los Ángeles para defender nuestra nominación en el marco de los Hollywood Music in Media Awards, los premios de música independiente más importantes del mundo.

Después de unos minutos muy intensos en el Henry Fonda Theatre, durante los cuales Mar concedió entrevistas a diversos medios, se abrieron las puertas del auditorio donde tendría lugar la cena de gala. El flamante escenario, con sus bambalinas sumergidas en un resplandor celeste, se encontraba listo para albergar las actuaciones que se sucederían durante la noche, entre ellas, la del grupo Stage 11, cuyo vocalista, Diego García, fue uno de los galardonados con los que trabamos amistad. Días después de nuestro regreso, Diego se tomó la molestia de escribirnos para manifestar lo mucho que le había gustado nuestro álbum «Silent» y las ganas que tenía de actuar en España.

Una vez se hallaron los asistentes acomodados en sus mesas, dio comienzo la función. Qué nervios. Ganáramos o no, nuestra foto se proyectaría, enorme, en una gran pantalla, ante cientos de posibles nuevos fans

A pesar de que nuestros compañeros de mesa eran personas a las que acabábamos de conocer, no dudaron un momento en acogernos dentro de su particular piña. Algunos se conocían de años anteriores en los que también habían sido nominados, mientras que otros, al igual que nosotros, acudían por primera vez a la gala. 

Lo más excepcional de aquella improvisada comunidad fue el apoyo que, en todo momento, nos demostramos mutuamente: nos entristecíamos cuando alguno de los reunidos no ganaba el premio y rompíamos a aplaudir cuando otro sí lo hacía (tal fue el caso de nuestra amiga Debra Gussin, galardonada con el premio a la mejor letrista). Una solidaridad así nos resultó tan grata como extraña en un ambiente competitivo. Quizás, deberíamos aprender de estas pequeñas lecciones de la vida, aparentemente contradictorias pero dotadas de un excepcional valor: ¿por qué ver a un competidor allí donde puedes ver a un amigo?

Por fin, llegó el momento en que el presentador Dylan Barry ―con quien Mar había tenido el placer de hablar por correo días antes, sin tener ni idea de que iba a presentar la gala― comenzó a abrir el sobre que decidiría nuestro destino. ¿Seríamos la mejor banda alternativa del mundo? ¿Los primeros españoles en ser reconocidos con un mérito semejante en estos grandes premios?

Por el momento, nos tendremos que conformar con ser los primeros del país en ser nominados en Hollywood dentro de la categoría «alternativa» y esperar a que la balanza, ya de por sí favorable, se incline un poquito, tan sólo un poquito más hacia nuestro lado. La mejor banda alternativa de 2016 fue Ships Have Sailed, a quienes transmitimos nuestra más sincera enhorabuena.

Nos resulta muy difícil describir esa sensación que nos asaltó segundos después de conocer el resultado, a medio camino entre el alivio y la decepción. Y qué mal momento, sin embargo, para sentirse decepcionado, pues la noche aún era joven y nos quedaba tanto trabajo por hacer, tantas personas a las que conocer. De manera que ese absurdo sentimiento se fue desvaneciendo poco a poco, como ahogado en la oscuridad del escenario una vez concluida la actuación.

La imprescindible fiesta en lo alto de una terraza nos aguardaba con sus cócteles y sus palmeras bañadas en luz tenue. Allí entablamos conversación con una persona que confesó haber intentado acercarse a nosotros repetidas veces, sin encontrar el momento oportuno. Se trataba de Samer Fanek, pianista y compositor de origen jordano que, tanto por su dedicación como por sus modales algo introvertidos, reunía todos los ingredientes para convertirse en el doble de nuestro teclista, Héctor. Tanto es así, que los chicos se comportaban con él con plena naturalidad y confianza, olvidando que Héctor y aquel artista del que acababan de hacerse amigos eran personas distintas.

La guinda de la noche la puso Errol Webber, cineasta ganador de un Óscar por la fotografía de «Songs by Prudence», que ni corto ni perezoso se aproximó a Mar para dedicarle unas palabras pletóricas:
―Me he acercado simplemente para decirte que toda tú vas fenomenal ―afirmó mientras gesticulaba amplia y acompasadamente, dotando cada movimiento de una gran expresividad.


Una conversación con Brent Harvey, máximo organizador de los Hollywood Music in Media Awards, tampoco podía faltar:
―Claro que sí, ¡Neverend! Vosotros sois los que habéis presentado el tema en acústico ―observaba Brent tras reconocernos en el acto―. Tenéis que saber que recibimos horas y horas de música, de artistas procedentes de todo el mundo. Siempre lo escuchamos todo, sin excepción, y finalmente escogemos sólo a unos pocos que juzgamos como los mejores: ¡los mejores profesionales a nivel mundial!

Al final de aquella grandiosa noche, los chicos regresaron al motel compartiendo coche con Samer, como si de nuevo hubieran olvidado que no se trataba de nuestro propio teclista.

Restaban menos de veinticuatro horas para que el Redbury Hotel abriera sus puertas con motivo de otro evento enmarcado dentro de los Hollywood Music in Media Awards. Se trataba de «The Mixer», una fiesta más informal que nos ayudó a completar nuestra larga lista de amigos… y de tarjetas con el contacto de dichos amigos. La colección que reunimos es impresionante. En un mundo en que todo parece funcionar de forma digital, a través de documentos y páginas intangibles, estas pequeñas estampas en cartón mantienen su discreta hegemonía en la sociedad.

No faltó la visita de rigor a Guitar Center, la legendaria tienda de instrumentos musicales con huellas de artistas famosos en el cemento de la entrada; ni la grabación de un último vídeo en Venice Beach, donde, sintiendo el tacto de la arena en los pies, los chicos compartieron las impresiones de un viaje inolvidable.


Si hay algo por lo que la vida se caracteriza, es por su facilidad para sorprender a quien la vive con historias completamente inesperadas. Uno piensa que ha conseguido hacerse un hueco en la normalidad del día a día y, sin embargo, una circunstancia con la que no contabas o una decisión aparentemente trivial lo dinamitan por completo. A veces, inviertes mucho esfuerzo en buscar este cambio, pues sabes que te va a hacer crecer como persona, enriquecerte con nuevas experiencias e incluso acercarte un poquito más a tus sueños, si es que los tienes.

Pues bien, el trabajo de Neverend no ha sido nada fácil a la hora de perseguir una oportunidad como ésta, hasta que, por fin, se nos ha presentado en el umbral mismo de nuestro local de ensayo. Ni que decir tiene que seguiremos tomándonos incontables molestias para formar parte de más y mejores historias, pues no nos cabe duda de que, en el fondo, el viaje a Los Ángeles nunca ha terminado.

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