lunes, 17 de octubre de 2016

Neverend en Hollywood: miedos, anhelos y esperanzas que no te habíamos contado

¿Has soñado alguna vez con ir a Hollywood? Es decir, no con visitarlo simplemente, haciéndote las clásicas fotos sobre las estrellas del Paseo de la Fama o sobre un fondo dominado por esas inmensas letras del color del marfil.

Nos referimos a formar parte del Star System, trabajar dentro de su complejo organismo y vivir en permanente relax económico, dedicándote a lo que amas de verdad, ya sea dentro del cine, la moda o la música.


Cuando Jorge comenzó a contar su extraño sueño, en el cual un viaje relámpago a Death Valley y después a San Francisco acababa con la recepción de un Grammy, algunos pensamos en la fama y el dinero como un ideal decadente, una treta más de los creadores del sueño americano para ocultar las miserias del mismo y vendernos su particular paraíso. A otros miembros de Neverend, en cambio, les encantaba ese sueño y pidieron a Jorge que dejara la guitarra a un lado para continuar su relato.

Ya fuera desolados o inmensamente felices, no nos costó imaginarnos en una de esas lujosas fiestas en la terraza de un gran hotel de Los Angeles, rodeados de productores famosos y peces gordos de la industria discográfica. Por doquier, se proyectaban los destellos del agua de las piscinas, iluminados sus fondos con luces tenues, y, en la corta distancia, nos vigilaban los rascacielos acristalados, hirvientes de vida a otras horas del día, pero lúgubres en la madrugada.

Al día siguiente, se nos quedaron los ojos como platos cuando Mar afirmó haber soñado algo muy parecido, una suerte de continuación de la historia que se había fraguado en la mente dormida de Jorge.
–¡No era la ceremonia de los Grammy! –le inquirió Mar, como corrigiéndole–. Eran unos premios extraños, dedicados a la música indie. Eso sí, eran los premios indies más importantes del mundo.

Durante toda la semana, Javier, Héctor, David, fueron relatando sus respectivas secuelas del sueño hollywoodiense, como si nuestras mentes hubieran estado conectadas a una misma fuente de ilusiones o nos hubiéramos dormido en una sala de cine, viendo la misma película. Discutíamos acaloradamente, nos corregíamos los unos a los otros y siempre había alguien dispuesto a asegurar que su percepción de algún detalle del sueño era la correcta.
–Hollywood Music in Media Awards…
–¿Cómo dices?
–Ése era el nombre de los premios.
–¡Imposible! No puede haber certamen con un nombre tan largo.
–Vamos a buscarlo en Internet, a ver si existe.

Y, cuando nos preguntábamos acerca de qué hacíamos allí, Javier respondía que habíamos sido nominados por nuestro tema «Ruins».
–En su versión acústica –matizaba Héctor, pero nadie estaba de acuerdo en que una adaptación del original pudiera ser mencionada en unos grandes premios.
–Por cierto, ¿dónde está David? Llega tarde al ensayo.
–Se me olvidaba comentarlo. Aún sigue en Yellowstone. Deberíamos enviarle un Whatsapp con los horarios del bus.


Tus sueños pueden ser ridículos, inconfesables, monstruosos o fascinantes, de esos que te embriagan tanto que no deseas despertar de los mismos. Sin embargo, si no has soñado nunca, es que no has vivido. Por mucho que no desees compartir tus anhelos, tal vez tus miedos, no dejes de dar rienda suelta a tu imaginación. Y es que, en sueños, la vida es interminable.

martes, 20 de septiembre de 2016

Una noche con Mondo Generator: conoce las luces y sombras de un concierto irrepetible

Cada vez que surge la oportunidad de telonear a una banda internacional, se siente un hormigueo especial en las entrañas. Tal vez no sea tan emocionante como tocar en Londres o Los Ángeles, pero el hecho de establecer lazos con artistas que viven a miles de kilómetros de distancia y pueden recomendar tu música allende los mares, supone un soplo de aire fresco, tanto para nuestra alma como, tal vez, para nuestro público.

Al fin y al cabo, de eso se trata: de establecer lazos. Y más cuando sabes que, por la banda a la cual teloneas, ha pasado Dave Grohl (Nirvana, Foo Fighters), un músico que nos inspira profundamente y al que, hace unos días, dedicamos un humilde homenaje. La historia que te contamos a continuación transcurre en la sala Lemon Live Music de Madrid, en la noche de un tibio domingo de Septiembre.

Nick Oliveri y sus compañeros de Mondo Generator no se quedaron atrás a la hora de encandilarnos con sus personalidades desatadas. La imagen de stoners, de chicos malos, bebedores empedernidos de tequila, contrastaba con la afabilidad en el trato dentro del backstage, su disposición amable y un saber estar curtido en mil batallas, pues la veteranía del músico no sólo se mide por la destreza que los años le han dado para tocar su instrumento, sino también por la honestidad a la hora de comunicarse.

Así, mientras el Nick del escenario se mantenía en actitud agresiva, engullía el micrófono para vomitarlo después y plagaba su discurso –no exento de humor– de palabras malsonantes, el Nick de a pie te miraba con esos ojos pálidos, venerables, y aceptaba de mil amores hacerse un selfie con nosotros, mostrando a cámara el ejemplar de nuestro disco, «Silent», que le acabábamos de regalar.


Mucho antes de todo esto, Neverend nos subíamos al escenario para ir abriendo el apetito de la gente que se iba dejando caer por la sala Lemon: gente que no tenía ni idea de lo que se iba a encontrar antes de que su banda favorita tomara las riendas de la noche. 

Íbamos con ganas de ser más intrigantes que de costumbre, de hipnotizar ligeramente al público. Casi sin advertirlo, conseguimos crear ese trance que no nace de la indiferencia hacia tu trabajo, sino de sumergirse en una música evocadora de otros mundos: una música que te hace olvidar los problemas de tu vida cotidiana.

Repentinamente, llegó el momento en que animamos a la gente para que entonara un grito de guerra al ritmo de los timbales. Sorprendidos por tan inesperado ruego, los asistentes pegaron un respingo y, como azuzados por una lanza de adrenalina, se entregaron en cuerpo y alma a nuestro llamamiento.

«Las noches nos sugestionan y nos encantan. El problema es cuando las noches se convierten en una pesadilla de la que no puedes despertar». Por mucho énfasis que pusiera Mar en presentar «The Wheel» de la forma más tenebrosa posible, la luz iba a estar muy presente, a la par que cuidada, durante toda la actuación. Atento, cálido y, a la vez, riguroso, Juan Carlos, el técnico de luces, trató de aislarse de las prisas de todo el personal para estudiar detenidamente nuestro set-list, así como las notas que había tomado al pie de cada canción. Su propósito era hacernos brillar como nunca, pues, en menos que dura un riff, se había convertido en nuestro fan.

Y, de esta forma, la noche pasó como un suspiro. Nuevos fans, brindis con tequila en el escenario, miembros de un grupo de renombre que te invitan a comer pizza y los compañeros de Grim Comet, una banda que, tras apearnos nosotros de las tablas, lo dio absolutamente todo allí arriba.

Suponemos que éstas son algunas de las cosas que te perdiste por no asistir al evento, pues, de lo contrario, no estarías leyendo estas líneas. Sin embargo, no hay mal que no pueda remediarse: nuestras historias acerca de noches iluminadas y nuestros paisajes llenos de sombras donde refugiarse, no dejarán de subirse a nuevos escenarios. ¿Te atreverás a descubrirnos?


Foto de Mar Souan sobre el escenario:  © metaltrip.com

jueves, 8 de septiembre de 2016

Café con Lena Katina: el día que nuestra cantante charló con la ex-vocalista de t.A.T.u.

Imagina que un día te llaman por teléfono y te dicen que vas a entrevistar a la cantante de uno de los grupos pop más célebres de las últimas décadas. Te avisan de un día para otro: es imposible decir que no. Mar recibió esa llamada de Lorenzo, nuestro manager, quien, con su campechanía característica, nos apercibió a los demás: «El 1 de Julio os robo a Mar. Me la llevo a un acto promocional». Así fue como nuestra cantante hizo su primera entrevista a una artista famosa, en concreto, Lena Katina, más conocida en España como «la pelirroja de las t.A.T.u.»


Efectivamente, la ex-vocalista de t.A.T.u., que presentaría en Madrid su primer disco en español, era una de las invitadas de lujo en la fiesta del Orgullo Gay. 

Quien haya visitado la capital a esas alturas del año, conoce el sol de justicia, la ilusión de espejos que el calor crea sobre el asfalto y la bofetada de cuarenta grados al salir del coche. En medio de tan asfixiante mediodía, caminaba Mar por la calle Príncipe de Vergara, sufriendo el efecto de unos vaqueros que ocultaban, mal que bien, unas medias blancas muy llamativas. Se ve que el conjunto elegido especialmente para la ocasión era demasiado extravagante para caminar entre ciudadanos de a pie.

«¿Quién me mandaría a mí meterme en estos compromisos? ¿Yo, que sólo quería ser profesora?» Rondaban estos pensamientos por la cabeza de Mar cuando, al llegar ante la oficina de Lorenzo, se halló sola, sin nadie que le abriera la puerta ni le ayudara a recoger ciertos papelitos que, por efecto de un traspiés, habían volado de su bolsillo al suelo: eran las notas que, con letra de desequilibrada, había garabateado nuestra cantante para orientarse en la entrevista. «No te cortes en absoluto con las cuestiones», había recomendado Lorenzo, «hazle preguntas comprometidas».

No tardó en presentarse un chico que también quería entrevistar a Lena: un fan de t.A.T.u. tan sumamente entregado que había estudiado ruso por ellas. A él también se le había recomendado hacer preguntas peliagudas, siendo tal su estado de nervios que Mar, a su lado, aparentaba la serenidad de una veterana periodista. A continuación, apareció una joven, guitarra al hombro, que deseaba tocar unos temas con la diva y, tras unos minutos que parecieron dilatarse como manecillas en un cuadro de Dalí, llegó por fin Lorenzo. Comienza la organización del espacio y el tiempo para la entrevista.


Una vez más, Mar se mira a sí misma y piensa en lo extraño de su aspecto, con más ahínco si cabe en esta ocasión, ya que Lena, la estrella, acaba de entrar por la puerta, vestida con ropa de lo más normal y haciendo gala de un trato cercano –a la par que exquisito– que la aleja del aura sobrenatural que confieren los escenarios. Cuando, al terminar de cantar con la guitarrista, ésta se disculpa por sus errores, Lena la tranquiliza: «Yo también la he pifiado en muchos sitios. No te preocupes, todos somos humanos». Y, cuando le llega el turno a Mar, nuestra cantante se da cuenta de que Lena también tiene preguntas para ella. ¡Sorpresa!


Tan sólo la melena roja, impecable, le da a la ex-vocalista de t.A.T.u. un punto de deidad, de persona con poderes especiales. Y también el sencillo cortejo que la acompaña: un inglés muy tímido que parece su manager y una intérprete que, al igual que el otro candidato a entrevistar, ha estudiado ruso por t.A.T.u.

Durante la conversación, Lena Katina habla de lo difícil que es convivir con la fama, especialmente si sucede como en el caso de t.A.T.u., que se hicieron conocidas de la noche a la mañana, siendo aún menores de edad. El síndrome de rockstars les afectó hasta tal punto que ambas artistas se comportaban con desdén hacia sus allegados, mostrándose groseras, incluso. Sus padres, por fortuna, intervinieron a tiempo: «¿A qué viene ese comportamiento? ¿Por qué sois tan descorteses con los demás?» La charla debió de dar buen resultado, pues la Lena adulta que conocimos era profundamente comedida, muy correcta cuando se le hacían preguntas delicadas.

«Miradlas», nos decía Lorenzo meses después, mientras veíamos el vídeo, «parecen dos amigas tomando café», y en su rostro se dibujaba la satisfacción de alguien que ha conseguido un pedacito de Olimpo para un artista de su roster. De hecho, la charla con café imaginario duró tanto tiempo que al otro candidato no le dio tiempo a hacer su entrevista. «¿Tú crees, Mar, que tengo buen acento?», preguntó Lena en un punto de la conversación. Para entonces, el calor asfixiante había dejado de agobiar a Mar, la extravagancia de su original conjunto se había convertido en elegancia y el tiempo nunca más volvió a dilatarse como los relojes en un lienzo de Dalí.

jueves, 23 de junio de 2016

Danos dos minutos y te desvelaremos los detalles de nuestro próximo concierto

Hay una especie de afinidad poética entre los moteros y los paisajes áridos. Aunque lo esencial es una vía asfaltada sea cual sea la naturaleza de alrededor, parece que el cine, las revistas y, en definitiva, las grandes historias de moteros, nos han acostumbrado a la imagen de la carretera interminable a través del desierto.

Puede que el sur de Madrid no sea precisamente lo más parecido a las planicies de Nevada, pero entre sus baldíos y sus polígonos (de edificios tan ocres como el campo que los rodea), acudimos los miembros de Neverend a una reunión con los organizadores de nuestro próximo concierto. Imaginamos que ya os habréis hecho una idea de cuál es su estilo de vida.

Conducía Jorge, como la mayoría de las veces, y no precisamente una moto customizada, sino un turismo que, a la velocidad habitual en nuestro guitarrista, tomaba las curvas de la carretera secundaria de la forma más violenta posible. Con la aguja del cuenta-kilómetros sometida a esta tortura, no nos fue difícil llegar en un tiempo récord al polígono «Los Caballos» de Humanes de Madrid.

Buscábamos al Ave Fénix y la encontramos rápidamente. Nos referimos al nombre de la Casa Club de los FX MC, una organización motera que hace justo un año pasó de ser un Gang a un Motor Club, una zancada al frente tan importante que han decidido celebrar su aniversario con dos conciertazos y un día lleno de actividades. Las máquinas imponentes aparcadas junto a la nave de la calle Rocinante (nombre épico donde los haya) nos confirmaron que el GPS no se había equivocado.

Recibidos por una junta directiva que nos hizo sentir como en casa, acordamos el plan de actuación mientras lo flipábamos con las instalaciones, que aparte de un buen escenario y una gran barra, incluían una zona VIP dominada por un póster de la película «300». En él, podíamos ver a Leónidas en posición de rebanar cabezas y, la verdad, su mirada era tan fiera que nos hizo sentir que, mientras no saliéramos del recinto, nuestras vidas estarían protegidas por el mejor de los guardianes.

Con reuniones de trabajo tan épicas, uno se olvida de lo difícil que es dedicarse a la música. Sin embargo, la historia no acaba aquí. Continúa el sábado 25 de Junio a las 22.00 con el conciertazo de unos servidores. Si os pasáis con antelación, también podréis disfrutar de nuestros compañeros de cartel The Bleeding Gums Band. Y es que los páramos del sur de Madrid nunca han sido tan salvajes.


martes, 31 de mayo de 2016

Canciones de Neverend que aún no has escuchado



Ya venía siendo hora, después de rodar nuestro querido «Silent» por diferentes sitios, de sentarnos todos juntos a componer nuevos temas. Aunque todavía nos haremos de rogar un poco antes de subir al escenario con alguna de estas novedades, la grabación de la maqueta no se ha hecho esperar.

En las fotografías, os enseñamos algunos momentos del proceso en el que estamos inmersos. Como veis, David anda muy atareado a las baquetas; no menos que Jorge, que ha guardado momentáneamente su guitarra con tal de dedicarse a las labores de grabación y mezcla.


Nuestros planes con respecto a esta maqueta no consisten en publicarla tal cual, como ya hicimos con esas demos primerizas que conformaron la muestra de nuestro trabajo mientras no podíamos permitirnos la grabación de un álbum de debut. En una fase en la que continuamos con la promoción de nuestro disco «Silent», la maqueta sirve, por encima de todo, como herramienta de trabajo. Una escucha atenta de lo que hemos grabado nos permitirá corregir esos pequeños errores que se nos han pasado al componer las canciones, así como eliminar cosas que sobran o añadir ingredientes a pasajes que se nos antojan vacíos.

Dentro de un tiempo, cuando llegue la hora de encerrarse de nuevo en el estudio para concebir un segundo álbum de Neverend, una maqueta con más temas que ésta nos servirá como borrador para producir el disco, de manera que, al entrar en la pecera, cada uno de nosotros tendrá perfectamente claro su papel en cada una de las canciones.



Y, respondiendo a vuestra curiosidad por saber cómo suenan nuestras nuevas creaciones, os confesamos, así en confianza, que tal vez cometamos ciertos deslices y filtremos alguna pequeña sorpresa. Dadnos algo de tiempo…


lunes, 23 de mayo de 2016

¿Cómo pegar fuerte a pesar de ser una banda experimental?

Ha llegado casi sin avisar, sin dar tiempo a sus fans para ahorrar algo de calderilla con que comprarlo. O, mejor dicho, sin dar tiempo para que se gasten el dinero en otra cosa. Nos referimos al último trabajo de Radiohead. 

La verdad es que nos tenemos que quitar el sombrero ante las estrategias de marketing seguidas por ciertos músicos, estrafalarias, sí, pero tan eficientes como para lograr que un álbum como «A Moon Shaped Pool», del que varias canciones ya son conocidas, tenga un impacto importante entre el público.

                                                                                                        © Rolling Stone

Sembrar el caos y la confusión
El primer paso para propagar el pánico entre los seguidores de la banda de Oxford, fue eliminar todo el contenido de las redes sociales y dejar su web completamente vacía, como si un error fatal provocara que la pantalla del ordenador se quedara en blanco al acceder a la página. Hubo algunos acérrimos que se olieron la tostada, pues, meses antes, tras haber comprado en la tienda oficial del grupo, recibieron una carta que decía lo siguiente: «Canta una canción de seis peniques que dice “Quema la bruja”. Sabemos dónde vives». Efectivamente, muchos conocían ese «Burn The Witch» desde hace años, pero la verdad sea dicha: qué gran forma de reestrenarla por todo lo alto.

Otro de los temas del disco, «Daydreaming», se complementa con un videoclip dirigido por Paul Thomas Anderson, ese cineasta que no cesa de sorprendernos con marcianadas como «Magnolia» o «Pozos de ambición» y cuya colaboración con el grupo no es fortuita en absoluto, ya que su guitarrista y teclista Jonny Greenwood ha compuesto la banda sonora para varias de sus películas.



Recompensar generosamente
Por fin, después de haber superado todas las pruebas de esta yincana propuesta por Radiohead, contamos con su último disco disponible en una página abierta exclusivamente para comprarlo, de momento en teledescarga, si bien se nos invita a esperar hasta Junio para adquirir lujosísimas ediciones en LP y libro-CD. Y, para no dejar ningún cabo suelto, en la carpeta del vinilo nos tendrán preparada una tarjeta con un código para descargar el disco, suponemos que de forma gratuita. Hay que ver cómo están en todo.

Así que, ya veis... Si lo pensamos bien, tenemos mucho que aprender de las estrategias de una banda de art-rock que supera con creces las cifras de ventas de cualquier otro grupo de su estilo. Confunde a tu público, pero déjale un rastro de migas para que, en medio de tal confusión, pueda seguir el sendero que tú, y no otro, le has marcado. Y, lo más importante: al llegar a la meta, sé muy detallista con los premios.

jueves, 19 de mayo de 2016

Rock y música electrónica, ¿enemigos íntimos?

Talibanismo musical. Nos llama la atención este concepto que, con toda la ironía del mundo, ha inventado un bloguero amigo nuestro para referirse a la actitud de algunos consumidores de música; los cerrados, los empeñados en adorar ciertas bandas o estilos mientras desprecian otros sin haberlos escuchado siquiera.

Tal vez seamos algo inocentes al pensar que, a día de hoy, ya no se dan casos tan extremos como en aquellos grupos de amigos de los ochenta, pues nuestros padres nos han contado alguna vez eso de que, por un lado, estaban los heavies y rockeros, amantes de Barón Rojo, los Judas, los Purple… y, por otro lado, los modernos, asiduos de Depeche Mode, Pet Shop Boys y demás grupos que usaban cacharritos en lugar de «instrumentos de verdad».

Queremos pensar que, con el paso de los años, la aceptación de las innovaciones musicales y la evolución de la tecnología al servicio de los músicos, han acabado por hacer que aquellos estilos que parecían imposibles de emparejar, se den la mano sin gran polémica por parte del público. Y es que, hoy día, a nadie le escandaliza que una banda de rock utilice sintetizadores o secuencias programadas, o que un artista electrónico agarre una guitarra y se marque unos riffs metaleros… De acuerdo, quizás nos estemos pasando un poquito. ¿Seguro que esa aceptación no tiene límites? ¿Acaso ya no existe gente convencida de que, para hacer música electrónica, solo hace falta apretar un botón y esperar a que la máquina produzca una canción por sí misma?

Queremos hablaros de dos bandas de rock que nos gustan mucho y que, habiendo convertido la pincelada electrónica en marca de la casa, han desconcertado últimamente a sus fans por utilizar este medio más de lo acostumbrado.


Skunk Anansie: son rockeros, son inclasificables; son el ejemplo perfecto de banda que ha triunfado por escapar de todas las etiquetas del mundo. En su caso, el elemento electrónico se cuela en sus discos de manera más o menos tímida, y, no nos vamos a engañar, la cosa queda muy bien. Sin embargo, ¿qué pasa con su último álbum, «Anarchytecture», que nos ha dejado pensativos a todos?

De entrada, escuchamos un primer tema que parece encaminado descaradamente al baile y, durante todo el disco, van surgiendo aquí y allá pasajes con cajas de ritmos, sintetizadores ácidos y alguna atmósfera densa. No hace falta mucho más para desorientar a los fans del grupo británico, por mucho que sigamos encontrando canciones que nos recuerdan a los Skunk Anansie guitarreros de toda la vida. Que conste que a nosotros nos parece un disco formidable.


Muse: en la banda de Matt Bellamy, hay sintes, arpegiadores y demás cachivaches desde sus inicios, y, francamente, jamás habíamos conocido un grupo que tuviera tanto éxito siendo tan difícil de etiquetar. Bueno, en realidad, jamás habíamos conocido un grupo tan bueno. La pregunta incómoda, que muchos os haríais en su momento, viene ahora… El penúltimo álbum, «The 2nd. Law»… ¿En qué demonios pensaban?

Fue un vídeo promocional, aparecido con mucha antelación al disco, el primer paso para sembrar el pánico. Y es que en el pedacito de música que nos regalaron, no encontrábamos guitarras, ni bajos llenos de efectos ni tampoco la voz de Matt. Solo oíamos… ¡Dubstep! ¡Un tema de dubstep! El género electrónico de moda a principios de esta década, la música que todo el mundo escuchaba, imitaba y trataba de mezclar con sus temas caseros para que sonaran modernos, hasta que tanta modernez se volvió rancia. Estamos seguros de que la paranoia llevó a muchos fans a defenestrarse. Otros rajaron y despotricaron de lo lindo en sus blogs. ¡Muse haciendo dubstep! ¡Qué barbaridad era aquella! Sin embargo, los que prefirieron esperar la salida del álbum antes de opinar, se encontraron con un disco plagado de samples, palmas enlatadas, bajos sintéticos… y, por suerte, no demasiado dubstep. De cualquier modo, el debate sobre la deriva de Muse estaba servido.


Seguramente, podríamos hablaros de muchas más bandas, de cualquier época y estilo (The Beatles, ahí queda eso), que brillaron por meter arreglos electrónicos en un espacio normalmente reservado a guitarras, bajo, batería. Es más, podríamos opinar como otro buen amigo nuestro, metalero como el que más, sosteniendo que, sin música electrónica, el rock no existiría. Pues, ¿qué sería de nuestros riffs y nuestros solos sin pedales de distorsión, flangers, ecos, wah-wahs…? No hablamos de electrónica simplemente porque todos estos cacharritos necesiten enchufarse, sino por ser instrumentos esenciales dentro de la mayoría de estilos electrónicos. Está visto que el rock, de una u otra manera, se ha nutrido de la música electrónica –y viceversa– desde el principio de los tiempos.